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Uno de los procesos metabólicos más impresionantes para mi, ha sido desde siempre la fotosíntesis, por medio de la cual, las plantas verdes pueden elaborar grandes moléculas orgánicas a partir de otras más pequeñas, llamadas precursores. Para ello captan la energía radiante del sol y destinan parte de ella a la producción de ATP, que es luego utilizado en la síntesis de glucosa y un polímero de ésta, el almidón, a partir de dióxido de carbono y agua. Estas moléculas pueden ser almacenadas y movilizadas después como fuente de alimento para la propia planta o para los animales herbívoros. Los animales y otros organismos que no pueden efectuar la fotosíntesis han de obtener sus moléculas alimenticias, como la glucosa, ya sintetizadas.
En un día claro, la luz solar que baña los campos representa una tremenda cantidad de energía (se habla aquí de la luz, no del calor, que es otra forma de energía) y las plantas saben utilizarla por medio de la clorofila, sustancia que les da el color verde y que es un convertidor de energía lumínica a energía química. Las moléculas de clorofila tienen una estructura tal que pueden absorber la energía de la luz, al absorberla aumentan su contenido de energía y quedan capacitadas para romper las moléculas del agua de su entorno y desprender por un lado hidrógeno y electrones y por otro agua y oxígeno. Un ejemplo lo hará más claro: imagínate una gran campana en cuyo interior hay un vaso de crital; al descargar en ella un golpe de mazo la campana no se mueve por ser muy pesada sino que transmite la energía del movimiento (cinética) del mazo en energía de vibración resonando fuertemente; la vibración se transmite al aire y al vaso que, al vibrar sus moléculas fuertemente, se hace pedazos. Éste fenómeno asi descrito puede parecer de lo más sencillo y práctico, pero analizado a detalle es de una complejidad asombrosa.
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La energía no se crea ni se destruye, solamente se transforma; el rompimiento de las moléculas de agua en el interior de las células de la hoja determina una serie de reacciones que, como ya mencionábamos termina con la síntesis de dos moléculas, el adenosin trifosfato ATP y el dinocleótido fosfatado de adenina NADPH. En estas moléculas se captura la energía que la planta recibió de la luz.
Parecería que el problema se ha solucionado pues ahora el vegetal dispone de energía química utilizable para sus trabajos de nutrición, crecimiento, etc. Pero el ATP y el NADPH son en extremo reactivos, inestables; sería como transportar nitroglicerina de un lado a otro; debe tenerse la energía en una molécula más "tranquila". Para ello el ATP y el NADPH donan su energía a una molécula muy perezosa que es el bióxido de carbono, el cual se activa y reacciona con otra molécula en las células de las hojas; después de varias transformaciones se obtienen como productos resultantes glucosa, sacarosa, almidón y otros compuestos. La energía contenida en estos productos es la que utilizará la planta en sus procesos vitales y cuando nos comemos los frutos, semillas y hojas incorporamos esos alimentos energéticos a nuestro organismo.
Es a través de estos procesos como las plantas pueden secuestrar elementos inorgánicos (C, O, N, H, etc.) para la construcción de moléculas orgánicas, las plantas, pues, "producen" vida. Característa única ya que ningún animal es capaz de realizar dicha proeza.
La planta verde más modesta, un pasto o un diente de león, es en cambio, capaz de realizar esta síntesis admirable.
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